viernes, 23 de marzo de 2012

COMBATE NAVAL DE IQUIQUE

Hay pocos hechos en la Historia Universal que puedan compararse a la gesta, que tuvo como escenario las tranquilas aguas de Iquique, no tan sólo ejemplo del heroísmo razonado que el Capitán de Fragata don Arturo Prat Chacón y la dotación de la corbeta "Esmeralda" llevaron a su máxima expresión, sino que también por el significado y repercusiones que ésta tuvo en el desarrollo de los acontecimientos posteriores.

La Escuadra chilena compuesta por los blindados "Blanco" y "Cochrane" , las corbetas "Esmeralda", "O'Higgins", "Chacabuco" y "Abtao", la cañonera "Magallanes" , la goleta "Covadonga" , el transporte "Lamar" y el vapor "Matías Cousiño", se encontraban manteniendo el bloqueo de Iquique desde el 5 de abril de 1879, con la intención de obligar a la escuadra peruana de hacerse presente para romperlo y disputar el dominio del mar, lo que no se cumplió por tener los peruanos otros planes estratégicos.

El 16 de mayo, el Comandante en Jefe de la Escuadra, Almirante Juan Williams Rebolledo, ante la ausencia de la escuadra peruana decidió atacarla en el puerto de El Callao, zarpando con todos los buques disponibles, a excepción de la corbeta "Esmeralda", la goleta "Covadonga" y el transporte "Lamar". Dejó como Jefe de Bahía, vale decir como jefe de la agrupación, al Comandante Prat.

Entretanto, en el Perú la opinión pública exigía una acción de su escuadra para vengar el agravio del bloqueo de Iquique.

El Presidente peruano General Mariano Ignacio Prado celebró varias reuniones en el Palacio de Gobierno para decidir las acciones futuras. La decisión fue zarpar con la escuadra a Arica a reforzar la guarnición y llevar cañones, municiones y víveres para el ejército de Tarapacá, lo que se llevó a cabo el 16 de mayo, el mismo día que la Escuadra chilena zarpaba al El Callao.

Ambas escuadras se cruzaron en altamar sin avistar a la otra.

Llegados los buques peruanos a Arica, el General Prado se impuso que en Iquique se encontraban solas las tres naves chilenas y que un convoy con 2.500 hombres había zarpado de Valparaíso con destino a Antofagasta.

De inmediato dispuso el zarpe del monitor "Huáscar" y la fragata blindada "Independencia", al mando de los Capitanes de Navío Miguel Grau Seminario y Juan Guillermo Moore, respectivamente, para destruir a los buques chilenos en Iquique, posteriormente atacar al convoy proveniente de Valparaíso y destruir la máquina resacadora de agua de Antofagasta, para privar de ese elemento vital, a las tropas chilenas acantonadas allí.

El día miércoles 21 de mayo de 1879, el bloqueo se mantenía como de costumbre. Ambos buques a la entrada de la bahía, fuera del puerto, uno cerca de una milla y media al norte del faro de la Isla de Iquique (Posteriormente llamada Isla Serrano y hoy unida a tierra) y el otro, un poco más alejado en dirección similar. El transporte "Lamar" se hallaba fondeado en la rada cerca de la isla.

Esa mañana le tocaba a la goleta "Covadonga" patrullar el exterior de la bahía. Cubrían la guardia el Teniente Manuel Joaquín Orella Echánez y el Guardiamarina Miguel S. Sanz. Al alba, el horizonte estaba cubierto por una espesa neblina que empezó a disiparse cuando aparecieron los primeros rayos del sol.

A las seis horas y treinta minutos el vigía de la cofa gritó: "Humos al norte!".

De inmediato se mandó a avisar al Comandante, Capitán de Corbeta Carlos Condell de la Haza, quien dormía en su camarote. Este subió a cubierta y comenzó a escudriñar el horizonte para al final reconocer que ambos buques eran el monitor "Huáscar" y la fragata blindada "Independencia".

Inmediatamente izó la señal "enemigo a la vista" y lo afirmó con un cañonazo para advertir a la "Esmeralda".

En ese buque estaba de guardia el Teniente 1o. Luis Uribe Orrego, quien dispuso que se le avisara a su Comandante Arturo Prat Chacón. Subido a cubierta, éste ordenó levar el anclote, tocar "generala" y acercarse a la "Covadonga" para conferenciar.

Como si el destino quisiera dejar imborrablemente marcado este día para las Glorias de Chile, en la rada de Iquique se reunieron cinco buques adversarios con cuyas iniciales se formó la palabra CHILE: "Covadonga", "Huáscar", "Independencia", "Lamar" y "Esmeralda".

En el monitor "Huáscar" al avistarse los buques chilenos, se izó una gran bandera de combate, lo que se imitó en la "Independencia". El Comandante Grau reunió su gente y los arengó:

"Tripulantes del "Huáscar": ha llegado la hora de castigar al enemigo de la Patria y espero que lo sabréis hacer cosechando nuevos laureles y nuevas glorias dignas de brillar al lado de Junín, Ayacucho, Abtao y 2 de Mayo. Viva el Perú!".

La población de Iquique despertada por el cañonazo de aviso de la "Covadonga", presa de la mayor euforia corría por la playa para presenciar la captura de los buques chilenos.

Se echaron al vuelo las campanas en señal de regocijo y las multitudes se paseaban por las calles gritando "Viva el Perú! ahora sí!, ahora sí!" y cada cual se apresuraba en ganar el mejor lugar para presenciar el acontecimiento.

Prat rápidamente se vistió para el combate, ciñéndose la espada al cinto y subiendo a cubierta ordenando al Contador Juan Oscar Goñi que arrojara al mar, en un saco, la correspondencia para la Escuadra, para asegurar que no cayera en manos enemigas.

Ordenó izar las señales "reforzar las cargas", "venir al habla" y "seguir mis aguas".

Mientras la "Esmeralda" viraba hacia tierra, Prat ordenó tocar "atención" y arengó a su tripulación formada, con estas palabras jamás olvidadas por ninguna generación de chilenos:

"Muchachos:

La contienda es desigual, pero, ánimo y valor. Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo y espero que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Por mi parte, os aseguro, que mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber".

Y sacándose la gorra, la batió en el aire gritando "Viva Chile!", lo que la tripulación respondió con gritos similares, que rompieron el silencio solemne que inundaba la bahía y que llegó a los asombrados peruanos que miraban desde el anfiteatro natural del puerto.

La "Covadonga" llegó al habla y Prat, bocina en mano, le ordenó: "Que almuerce la gente! Reforzar las cargas! Cada uno a cumplir con su deber!". Condell simplemente respondió: "All right!".

No bien hubo terminado el diálogo cuando una roja llamarada surgió de uno de los cañones del "Huáscar" y un alto penacho de agua y espuma brotó entre ambas naves: se iniciaba el combate.

Prat ordenó a Condell mantenerse en baja profundidad y al transporte "Lamar" que abandonara la bahía y se dirigiera al sur.

A la orden de Prat, el Corneta Gaspar Cabrales tocó "romper el fuego" y "al ataque", lo que fue celebrado con vivas a Chile.

Los buques chilenos concentraron su fuegos sobre el monitor "Huáscar", sin causarle daño, al rebotar los proyectiles en la coraza del buque peruano.

La "Independencia" disparaba sin causar ningún daño.

Los movimientos efectuados por la "Esmeralda" hicieron que se reventaran sus calderas y por lo que el buque quedó con un andar reducido a poco más de dos nudos.

Considerando lo anterior, Prat puso su buque cerca de la playa, de manera que los disparos del "Huáscar" pusieran en peligro a la población, lo que obligaría al monitor a disparar con cuidado y por elevación, dificultando su puntería.

Había pasado más de una hora de combate y los buques no presentaban daños considerables. La "Independencia" abandonó su lugar y se dirigió a presentar combate a la goleta "Covadonga", la que empezó a navegar hacia el sur.

Un proyectil del monitor, la atravesó destrozando la base del palo trinquete e hiriendo fatalmente al cirujano Pedro Segundo Regalado Videla Ordenes y matando instantáneamente al mozo Felipe Ojeda.

Observado desde tierra el movimiento de Condell, el General Juan Buendía, autoridad militar peruana del puerto, dispuso que lanchas con tropas de fusileros hicieran fuego sobre la goleta, la que abandonó el puerto sin mayores consecuencias.

En este momento el combate se divide en dos: uno entre el "Huáscar" y la "Esmeralda" y el otro entre la "Independencia" y la "Covadonga".Relataremos el primero y el segundo se encuentra en el Combate Naval de Punta Gruesa, descrito aparte.

Los buques en combate eran:

"Huáscar", monitor blindado construido en 1865, de 1.130 toneladas (Old Rule), máquinas de 1.200 HP., andar de 12 nudos, con dos cañones de diez pulgadas (254 mm.) que disparaban proyectiles de 300 libras (136 kilos), montados en una torre giratoria que le permitía apuntar sus cañones sin tener que maniobrar con el buque, tal como lo hacían los buques chilenos. Además, tenía dos cañones de 40 libras (18,14 kilos), un cañón de 12 libras (5,4 kilos) y una ametralladora Gatling de 0.44" instalados en cubierta. Su blindaje era de 4,5 pulgadas (114,3 mm.) en la línea de flotación y 5,5 pulgadas (140 mm.) en la torre de artillería.

"Esmeralda", construida en 1854, de 850 toneladas, máquinas de 200 HP., andar de 3 nudos en ese momento, de casco de madera, con 12 cañones de 40 libras (proyectil de 18,14 kilos), 4 de 32 y 2 de 6 libras, toda de ánima rayada.

Cuando el "Huáscar" había estrechado su distancia a la "Esmeralda" a 600 metros, se acercó un bote al primero, en el cual iban el Capitán de Puerto, Capitán de Corbeta, Salomé Porras y el Práctico Guillermo Checley, quienes informaron a Grau que la "Esmeralda" estaba protegida por una línea de torpedos, lo que indujo a Grau a mantenerse a una distancia de 500 metros.

Pasada cerca de una hora y media, la "Esmeralda" aún no había sido impactada por algún proyectil del "Huáscar", pues por la forma de disparar por elevación, los tiros caían en la playa.

Por su parte los disparos de la "Esmeralda", a pesar de hacer impacto en el monitor, sin embargo, rebotaban en su coraza.

A pesar de lo anterior, el entusiasmo y fervor patriótico no decaía en la "Esmeralda".

Los Guardiamarinas Arturo Wilson Navarrete, Arturo Fernández Vial y Ernesto Riquelme Venegas cumplían las órdenes de su comandante, ya sea como ayudantes o bien reemplazando eventualmente a los Cabos de cañón, donde además alentaban a la tripulación.

El Teniente Ignacio Serrano Montaner dirigía los cañones de babor que enfrentaban al "Huáscar" y el Teniente Francisco Segundo Sánchez Alvaradejo contestaba por estribor los disparos que le hacían desde tierra.

El Corneta y Tambor Gaspar Cabrales tocaba sin cesar, "al ataque".

La "Esmeralda" lucía engalanada como para una fiesta. Tenía izadas la bandera de Jefe de Bahía en el tope del palo mesana, la de buque de guardia en el palo trinquete, el gallardete de mando en el tope del palo mayor y por precaución, dos banderas chilenas en el pico del palo mesana, por si cortaba la driza por el impacto de algún proyectil y esto se pudiera interpretar como que el buque se rendía.

Eran cerca de las diez de la mañana y la corbeta no cesaba en combatir. A medida que la resistencia se hacía más tenaz, la opinión de los espectadores en tierra iba cambiando; el entusiasmo y alegría del primer momento se había trocado en sorpresa, asombro y admiración.

El General Juan Buendía hizo traer a la playa cuatro cañones Krupp de campaña, que instaló en un morrito que enfrentaba a la "Esmeralda" para cañonearla desde tierra, cruzando sus fuegos con los del "Huáscar".

Lo que no pudo hacer el "Huáscar", lo comenzaron a hacer los cañones de tierra.

Una granada mató a tres hombres e hirió a otros tres.

La situación se tornó insostenible y Prat resolvió ubicarse en otro lugar de la bahía, lo que efectuó con mucha dificultad, porque sus máquinas no respondían.

Una granada del "Huáscar" penetró por el costado de babor haciendo explosión, cerca de la línea de agua y provocando un incendio.

Grau observando el movimiento de la "Esmeralda", concluyó que la información dada por el Capitán Porras era equivocada y que podría acercarse más al buque adversario, sin el peligro de la línea de torpedos.

Enfiló, pues su buque hacia la "Esmeralda" y dando toda fuerza a sus máquinas, se lanzó sobre ella para espolonearla por babor.

Prat al notar la intención de su enemigo, trató de esquivarlo maniobrando con el poco poder de máquinas disponible, logrando parcialmente su objetivo al recibir de refilón la embestida, a la altura del palo mesana, sin ocasionar daños en su casco.

Sin embargo, al chocar ambos buques el monitor "Huáscar" disparó sus cañones de diez pulgadas a quemarropa, produciendo una matanza espantosa de la gente que se encontraba en la cubierta de la corbeta.

No hay datos fidedignos; pero puede afirmarse que quedaron despedazados entre cuarenta y cincuenta marineros y soldados, tomando la cubierta el aspecto de un matadero, pues miembros destrozados, brazos y piernas esparcidos y cuerpos aún palpitantes, yacían sobre ella.

El espolonazo del "Huáscar", a su vez, fue recibido con una tremenda descarga de las baterías de la "Esmeralda" y fuego de fusilería desde todos lo lugares del buque, lo que sin embargo no causó mayor daño en el monitor.

El Comandante Prat al ver a sus pies la cubierta del monitor gritó: "Al abordaje muchachos!", lo que sólo fue oído en medio del estruendo, por el Sargento Juan de Dios Aldea Fonseca y el marinero Luis Ugarte, que lo acompañaron en su salto a la cubierta del buque enemigo.

El Corneta Gaspar Cabrales que tocaba "al ataque", fue acribillado por la metralla enemiga.

El Comandante Grau retiró su buque con extraordinaria rapidez, no dando oportunidad para que el resto de la tripulación siguiera a su Comandante.

El Sargento Aldea cayó acribillado por las balas disparadas desde las troneras blindadas y el marinero Ugarte cayó al agua, siendo recogido en la "Esmeralda".

Arturo Prat alcanzó a llegar cerca de la torre blindada de mando, donde fue alcanzado con una bala que lo puso de rodillas. Un marinero salió a cubierta, disparándole un balazo en la frente que le produjo la muerte instantánea.

A bordo de la "Esmeralda", la muerte de su Comandante produjo un sentimiento de venganza y de dolor, que reforzó la convicción colectiva de no rendirse.

El Corneta y Tambor Gaspar Cabrales murió casi al mismo tiempo que su Comandante. El Cabo Crispín Reyes, al ver que el Corneta Cabrales había sucumbido, tomó el instrumento y siguió tocando "al ataque", hasta que una granada le voló la cabeza. Entonces tomó la corneta el Grumete Pantaleón Cortés, quien continuó tocando hasta que el buque se hundió.

Tomó el mando el Teniente 1o. Luis Uribe Orrego, quien pudo presenciar desde toldilla los terribles estragos producidos por el "Huáscar": la cubierta sembrada de cadáveres y miembros humanos dispersos y por doquier ayes de agonía mezclados con las interjecciones de los que aún luchaban.

Retirado el "Huáscar", sobrevino una relativa calma. El Comandante Grau quiso dar tiempo para que sus adversarios se rindieran.

En la "Esmeralda", Uribe llamó a reunión de oficiales y después de un breve lapso, se vio que un hombre subía al palo mesana.

La tripulación sobreviviente miraba con expectación esa maniobra, pues podría significar que los oficiales hubieran decidido rendirse, sin cumplir lo prometido por su Comandante.

Grandes vivas a Chile resonaron en la bahía cuando el hombre empezó a clavar las drizas de las banderas, pues significaba que se lucharía hasta la muerte.

Grau al ver que la tregua no daba resultado, decidió espolonear nuevamente a la "Esmeralda", lanzándose a toda velocidad sobre ella, ahora por el costado de estribor. Uribe trató de maniobrar igual que Prat y logró presentar su costado en forma oblicua al espolón del monitor "Huáscar", pero esta vez se abrió una vía de agua, ingresando a raudales a la santabárbara y a las máquinas. El buque quedó sin gobierno y sin más municiones que las que había en cubierta.

Nuevamente los cañones del "Huáscar" disparados a tan corta distancia destrozaron a la tercera parte de la tripulación sobreviviente. Un cañonazo voló en pedazos a los ingenieros y fogoneros que salían a cubierta y otro arrasó la cámara de oficiales, convertida en enfermería.

La corneta seguía tocando su llamada bélica en aquel sepulcro flotante, para indicar que el buque no se rendía.

El Teniente Ignacio Serrano Montaner en el momento que los dos buques se encontraban juntos, saltó al abordaje seguido de doce marineros que llevando rifles y machetes cayeron sobre la cubierta del monitor, donde los recibió una lluvia de balas, que se le disparaba desde la torre de mando y parapetos blindados.

Luego un destacamento de unos cuarenta tiradores subió a cubierta y acabó con Serrano y su gente, algunos de los cuales, ya sin municiones o heridos, escaparon echándose al agua y subiéndose a la "Esmeralda" por cabos lanzados desde abordo.

La "Esmeralda" se encontraba detenida en medio de la bahía, hundiéndose lentamente.

Pasaron alrededor de veinte minutos cuando el monitor "Huáscar" nuevamente se precipitó sobre la corbeta "Esmeralda".

Esta vez el espolón se clavó en el medio del casco, por el costado de estribor, disparando nuevamente a tocapenoles, produciendo una gran mortandad entre los sobrevivientes.

La corbeta herida profundamente en sus entrañas comenzó a hundirse de proa, luciendo todas sus banderas, como si quisiera despedirse de la superficie con toda dignidad.

A medida que el buque se inclinaba y rodaban como aluvión las cureñas, los rifles, los muertos y moribundos, el Guardiamarina Ernesto Riquelme Venegas, gritando vivas a Chile, se agarraba en un supremo esfuerzo a su pieza de artillería y disparaba el último cañonazo, cuando el agua casi llegaba a sus pies.

Eran las doce horas y diez minutos cuando calló la corneta del Grumete Pantaleón Cortés y la "Esmeralda" halló su tumba en el mar.

De los ciento noventa y ocho tripulantes sólo sobrevivieron cincuenta y ocho.

Todos cumplieron con su deber, sin arriar el pabellón, aunque el enemigo fuera inmensamente superior!.

A pesar de las múltiples descripciones hechas por diversas publicaciones de diferentes países, en esta ocasión sólo se extracta la opinión del diario peruano, El Comercio de Iquique, que publicó un artículo el 22 de mayo de 1879, pues el articulista fue testigo presencial del combate y cuyos párrafos más notables son los siguientes:

- "Al habla ambos buques, el Comandante Grau intimó rendición a la "Esmeralda", pero el jefe de la corbeta chilena se negó a arriar su bandera".

- "Era preciso que se diese fin a un drama tan sangriento y que no reconoce ejemplo en la historia del mundo".

- "En efecto, la "Esmeralda" se inclinó hacia estribor que fue por donde el ariete la cortó y segundos después se hundió siempre de proa. El pabellón chileno fue el último que halló tumba en el mar".

- "Al hundirse la "Esmeralda", un cañón de popa por el lado del estribor hizo el último disparo, dando la tripulación vivas a Chile".

- "Después de la catástrofe, que apagó los gritos de entusiasmo con que desde el principio eran saludados los tiros del "Huáscar" por el pueblo y el ejército, siguió el estupor y silencio de todos.

La impresión que en los habitantes produjo el hundimiento del buque enemigo, pudo más que la alegría y la apagó. Tremendos misterios del corazón humano!.

"Lo último que desaparece en las aguas es el pabellón chileno; no se oye el más leve grito, ni clamor alguno de socorro; ni siquiera resuenan vítores... a todos nos tiene anonadados el horror de aquella tremenda escena".

El sacrificio de Prat y la tripulación de la "Esmeralda", permitió que el convoy transportando 2.500 hombres enviados a Antofagasta, pudieran llegar a salvo a su destino y evitó que la vital máquina resacadora de agua pudiera seguir haciéndolo, para abastecer al ejército chileno en campaña.

Días después, cuando se conocieron estos hechos, Chile entero se alzó orgulloso y satisfecho.

El alma nacional, hasta entonces angustiada por la pasividad de nuestras armas, se manifestó de súbito vigorosa y plena de admiración por este ejemplo de heroísmo masivo.

Se había producido la unidad nacional. Todas las voluntades se sumaron y aglutinaron en el esfuerzo común de vencer.

Los mártires de Iquique dejaban señalado el camino de la victoria; cada chileno se sintió comprometido con el sacrificio de los héroes y comprendió que había que seguir la ruta de la entrega total al servicio de la Nación en guerra.

Se produjo, por ende, la movilización torrentosa de la juventud y del pueblo a los cuarteles para integrar los cuadros movilizados; las mujeres intensificaron sus quehaceres para avituallar al ejército y algunas se alistaron como cantineras; los labriegos redoblaron su tarea campesina al tomar a su cargo las labores de los ausentes que dejaron sus herramientas por las armas.

Pero, lo más importante de este combate, es que inflamó el espíritu patriota de los chilenos y reforzó la norma iniciada por Lord Thomas Alexander Cochrane y cumplida hasta la fecha, que es pelear contra el enemigo para "Vencer o Morir".

Este hecho de armas creó una mística que acompañó a las fuerzas chilenas durante toda la guerra, que permitió lograr la victoria final a pesar de los inmensos sacrificios y penurias soportadas por nuestras tropas.

Así, cuando el ejército preparaba sus tropas para tomar el Morro de Arica, bastaron dos regimientos para tomarlo en 55 minutos; el mismo espíritu acompañó en las batallas de Chorrillos y Miraflores, que abrieron la capital peruana a las tropas del General Manuel Baquedano y fue ese el motivo que se inmolaran 77 chacabucanos en la aldea de La Concepción, ante fuerzas inmensamente superiores.

Se puede decir con propiedad que en Iquique se ganó la Guerra del Pacífico.

Fuente texto: armada.cl



COMBATE NAVAL DE PUNTA GRUESA (T. Somerscales)
21 de mayo de 1879


COMBATE NAVAL DE PUNTA GRUESA (T. Somerscales)
21 de mayo de 1879
El 21 de mayo de 1879, se produjo el Combate Naval de Iquique en la rada de ese puerto, donde inicialmente combatieron los buques peruanos, monitor "Huáscar" y fragata blindada "Independencia", contra los buques chilenos, corbeta "Esmeralda" y goleta "Covadonga" , que se encontraban manteniendo el bloqueo de ese puerto.
Transcurrida una hora de combate, el "Huáscar" se dedicó a combatir con la "Esmeralda" y la fragata blindada "Independencia" comenzó a perseguir a la goleta "Covadonga", que abandonó el puerto y se dirigió al sur, manteniéndose navegando en aguas poco profundas.
Así, el combate entre el "Huáscar" y la "Esmeralda" se denomina Combate Naval de Iquique, y ese entre la "Independencia" y la "Covadonga" se denomina Combate Naval de Punta Gruesa.
Las características de los buques contendores eran las siguientes:
  • La fragata blindada "Independencia", fue lanzada al mar en 1865, desplazaba 2.000 toneladas, tenía un poder de máquinas de 1.500 HP., un andar de 12 nudos, con dos cañones de 150 libras (68,03 kilos) y 12 cañones de 70 libras (31,7 kilos). Tenía una cintura acorazada de 4,5 pulgadas (114, 3 mm.) y calaba 24 pies (7,3 metros). Estaba al mando del Capitán de Navío Juan Guillermo Moore.
  • Por otra parte, la "Covadonga" había sido construida en 1858, desplazaba 412 toneladas, tenía un poder de máquinas de 140 HP. que le permitía un andar de 4 nudos, estaba armada con 2 cañones de 70 libras (31,7 kilos), 2 cañones de 9 lbs (4 kilos) y calaba 11 pies (3,35 metros). Había sido capturada a los españoles en la Guerra contra España, el 26 de noviembre de 1865. Estaba al mando del Capitán de Corbeta Carlos Condell de la Haza.
Cuando la goleta "Covadonga" abandonó la rada de Iquique, lo hizo pegada a la costa para evitar ser espoloneada por la fragata "Independencia".
Cuando pasaba a la altura de la Isla de Iquique (Posteriormente llamada Isla Serrano y hoy unida a tierra) recibió los fuegos de las lanchas que se enviaron a atacarla desde tierra, las que fueron rechazadas con el fuego de fusilería de a bordo.
La situación de Condell era difícil, porque para usar su artillería debía maniobrar con el buque, con lo cual la distancia entre ambos contendores se acortaba, lo que aprovechaba la "Independencia" para dispararle con el cañón de proa de 150 libras.
La goleta "Covadonga" evitaba ser espoloneada por la "Independencia" navegando lo más próximo de la costa que su menor calado le permitía.
Por fortuna, la puntería enemiga dejaba bastante que desear y el Capitán de Corbeta Carlos Condell de la Haza. había logrado mucho éxito en abatir con fuego de fusilería a los sirvientes de la artillería peruana.
Ambas naves llegaron a la altura de Punta Gruesa con la fragata "Independencia", siguiendo aguas a muy corta distancia de la goleta "Covadonga" y cerca de costa.
Al intentar el Comandante Moore espolonear a la goleta, ésta para esquivar a la fragata, efectuó una maniobra arriesgada, acercándose aún más a costa.
El Capitán Carlos Condell sintió que su quilla rozaba el fondo y comprendió inmediatamente que su enemigo tendría indefectiblemente que vararse.
Por ello, cayó a estribor para contramarchar. La "Independencia" aumentó el andar para tomar impulso y espolonear, pero varó con toda violencia en las rocas sumergidas, quedando con su quilla destrozada.
El Capitán Carlos Condell de la Haza. retromarchó de inmediato y le disparó seis tiros que causaron grandes estragos en cubierta, lo que llevó al enemigo a arriar la bandera y pedir botes.
Condell resolvió volver a Iquique para apoyar a la corbeta "Esmeralda", si fuere posible.
Eran las 2 de la tarde y la noble corbeta ya descansaba en el fondo del mar.
El monitor "Huáscar" navegaba a toda máquina en demanda de la "Covadonga". Al avistarlo, Carlos Condell de la Haza. comprendió que ya todo había terminado y puso rumbo al sur, convencido de que la poderosa "Independencia" no zafaría jamás.
El "Huáscar" podría haberla alcanzado, pero enormemente impresionado por la magnitud del desastre para la Armada del Perú que se observaba en la Punta Gruesa, el Comandante Miguel Grau optó por socorrer a los náufragos de la "Independencia".
Fue un golpe irreparable para la Armada enemiga y con ello se salvó el convoy chileno que conducía tropas, municiones y víveres desde Valparaíso a Antofagasta, ya que Grau retardó hasta el 24 de mayo, la iniciación de la segunda fase del plan urdido antes de zarpar de Arica.
Días después, cuando se conocieron estos hechos, Chile entero se alzó orgulloso y satisfecho. El alma nacional, hasta entonces angustiada por la pasividad de nuestras armas, se manifestó de súbito vigorosa y plena de admiración por este ejemplo de heroísmo masivo.
Se había producido la unidad nacional. Todas las voluntades se sumaron y aglutinaron en el esfuerzo común de vencer. Los mártires de Iquique dejaban señalado el camino de la victoria; cada chileno se sintió comprometido con el sacrificio de los héroes y comprendió que había que seguir la ruta de la entrega total al servicio de la Nación en Guerra.
Se produjo, por ende, la movilización torrentosa de la juventud y del pueblo a los cuarteles para integrar los cuadros movilizados; las mujeres intensificaron sus quehaceres para avituallar al ejército y algunas se alistaron como cantineras; los labriegos redoblaron su tarea campesina al tomar a su cargo las labores de los ausentes que dejaron sus herramientas por las armas.
Era la Nación movilizada por espontánea reacción. Iquique y Punta Gruesa habían hecho un milagro.
Fuente texto: armada.cl

Encontrar los nombres de los Heroes Chileno del Combate Naval de Iquique

Mapa Chileno despues de la Guerra del Pacifico

Mapa de Chile antes de la Guerra del Pacifico

La version Chilena sobre la guerra del pacifico y sus concecuencias por Gabriel Salazar

La Guerra del pacifico version peruana

  
Tres visiones de la Guerra del Pacífico



Un 5 de abril de hace 129 años Chile le declaró la guerra al Perú. Coincidiendo con esta fecha, el Instituto de Estudios Peruanos ha iniciado un curso de extensión denominado "Las visiones historiográficas de la Guerra del Pacífico" (Del 1 al 22 de abril). Conversamos con el coordinador del mismo, el historiador Antonio Zapata Velasco.

Por Jorge Paredes



LOS DISCURSOS CHILENO, BOLIVIANO Y PERUANO

Tres visiones de la Guerra del pacifico

Un 5 de abril de hace 129 años Chile le declaró la guerra al Perú. Coincidiendo con esta fecha, el Instituto de Estudios Peruanos ha iniciado un curso de extensión denominado "Las visiones historiográficas de la Guerra del Pacífico" (Del 1 al 22 de abril). Conversamos con el coordinador del mismo, el historiador Antonio Zapata Velasco.
Por Jorge Paredes
Este curso no es sobre la guerra con Chile, sino sobre la visión que los historiadores han construido sobre ella, ¿cuáles son los puntos más saltantes de esta historiografía y cómo esta ha influido en el Perú y en los otros dos pueblos?

-Las visiones historiográficas están en evolución, no son un producto acabado ni definido. Por el contrario, guardan relación con los cambios que se operan en los países y en el mundo presente. Cuando la guerra aún no había terminado ya estaban apareciendo los primeros libros sobre ella, tanto en Chile como en el Perú. En Chile Vicuña Mackenna escribe durante la guerra y en el Perú Mariano Felipe Paz Soldán publica un libro integral de tres volúmenes en 1881, el mismo año de la caída de Lima. Paz Soldán era un geógrafo, historiador y político, y después de la Batalla de San Juan de Miraflores se exilia en Argentina y en poquísimos meses publica los tres tomos. En este libro Chile aparece como un país ambicioso, agresor, que se había preparado con anticipación para la guerra; y los peruanos, por el contrario, somos definidos como un pueblo más bien ingenuo, americanista, solidario, partidario más de la defensa continental que de la defensa propia. Esa es la visión inicial y fue escrita en medio de los cañonazos. De ahí para acá se ha venido refinando la respuesta a la pregunta fundamental, que es la pregunta del vencido: ¿por qué perdimos la guerra? Es una pregunta de contenido dramático, que nos obliga a interrogarnos sobre nosotros mismos. Este tipo de reflexión aparece ya en el siglo XIX con Manuel González Prada.

Es poner a la guerra como un antes y un después en la historia del Perú, es criticar a la clase dominante de entonces, denunciar la postergación del indio, etc.

-Claro, es ponderar el nacionalismo de los indios. Este grupo que antes de la guerra aparecía como marginal, despreciado, a la hora de la verdad fue el único que defendió hasta el último la bandera del Perú. El combate por mar fue muy heroico pero duró seis meses, la campaña terrestre duró menos de un año, terminó en Miraflores en 1881. Desde ahí lo que viene es Cáceres y las guerrillas indígenas hasta la derrota en 1883, es decir duró el doble de las otras campañas. Al final de la guerra se revela que la nacionalidad reposa en los indios, algo que antes parecía mentira. En esta visión de González Prada, Chile sigue siendo percibido como el agresor que se apodera de nuestra riqueza y prolonga la imagen que teníamos de España. Por reflejo se extiende también nuestra visión de país víctima. Luego Jorge Basadre, en el siglo XX, pone el acento en un tema que actualmente es foco de gran atención: el salitre. Es decir, en qué medida las políticas peruanas de las décadas de 1870 enervan las relaciones en el sur al grado tal de hacer lógico el estallido. El gobierno peruano en esta década toma dos medidas, primero nacionaliza y después estatiza el salitre, que era explotado por empresas chilenas e inglesas. La pregunta es en qué medida estas iniciativas generaron un clima de conflicto, más aún si Chile había comprado dos barcos que rompían el equilibrio defensivo entre los dos países. Actualmente cada vez hay más estudios de detalle que ponen el acento en las responsabilidades propias.

Me contabas que sobre la Campaña de la Breña existe un interesante intercambio de ideas entre Nelson Manrique y Heraclio Bonilla.
-Es una polémica muy interesante. Heraclio pone el acento en la fragmentación del Perú durante la guerra y dice que por esta causa la Campaña de la Breña terminó siendo una guerra de indios contra blancos, sin importar ya si un grupo apoyaba o no a Chile. A esto Nelson Manrique hace una secuencia muy cuidadosa de la Campaña de la Breña y muestra que los indios se sublevan después de que los terratenientes colaboran con los chilenos y se ponen del lado de Iglesias contra Cáceres; o sea hay una lógica para la sublevación indígena, que no es tanto producto de la fragmentación del Perú, sino de la traición de los terratenientes a Cáceres.

¿Qué lecciones podemos sacar de estas visiones historiográficas, sobre todo para orientar nuestras relaciones con Chile?

-En primer lugar es extraño que entre el Perú, Bolivia y Chile sobrevivan tantos rencores. Hace solo sesenta años Europa estuvo dividida en una guerra y ahora es una comunidad supranacional, Estados Unidos le quitó a México las dos terceras partes de su territorio y ese tema no prevalece en las relaciones entre estos dos países. En cambio entre Chile, Perú y Bolivia hay una sensibilidad muy grande. Una primera razón es que los problemas que arrancaron en ese momento no han terminado, Bolivia sigue reclamando una salida al mar, y cincuenta años después de terminada la guerra hubo una batalla muy dura por la recuperación de Tacna y Arica, todo esto ha ido creando un clima de animadversión que se perpetúa.

Lo que pienso es que Chile nunca dejará de ser un rival. Pero si tú tomas al rival por enemigo te equivocas, igual si lo tomas por amigo. Nuestras relaciones están en otro plano. Tenemos intereses divergentes e intereses comunes. Lo que tienes que hacer es desarrollar los intereses comunes para ir hacia la desintegración de los enconos. Es muy bueno para un país tener un rival con quien competir porque ese es su camino a la excelencia. Pongo un ejemplo, los chilenos sacaron Epopeya el año pasado y en el Perú protestamos porque solo ofrecía el punto de vista chileno, pero lo que debimos hacer no es protestar, sino realizar un documental mejor, una versión al cine de la guerra que sería un éxito tremendo. Si tomas la rivalidad para hacer obras mejores está bien, pero si prevalece el sentido negativo creo que nunca podremos tener una visión equilibrada de las cosas.

Pero en Chile tampoco tienen una visión muy equilibrada de nosotros.

-En el siglo XIX ellos construyen una visión del Perú muy negativa. Ellos se ven como una nación industriosa, de gente laboriosa que ha sacado provecho de sus valles estrechos, en cambio el Perú es todo lo contrario. La opulenta Lima forjada con el trabajo de los indios, de los negros y de los chinos. Nos veían como una nación de ociosos, de gente que no explotaba sus recursos sino que los entregaba en concesión y vivía del presupuesto público. Esa es la visión con la que Chile entra a la guerra. Y luego hay una identificación del Perú y de Bolivia como bárbaros. Ellos serían Europa en América del Sur, mientras que bolivianos y peruanos serían los bárbaros indios incivilizados. Esta concepción de alguna manera sobrevive, pero en la historiografía chilena hay también trabajos últimos que tratan de redefinir esta visión, creando vínculos entre ambos países. Ahí está el libro Chile-Perú: lo que nos une, lo que nos separa, realizado por los historiadores de las dos naciones.

¿Y cuál es la posición boliviana?

-Normalmente, en el Perú se dice que entramos a la guerra por culpa de Bolivia, para cumplir un tratado con ellos, y que después fuimos abandonados a nuestra suerte. En Bolivia se afirma lo opuesto. El trabajo más importante es del historiador Roberto Querejazu quien afirma que durante la guerra el ejército boliviano defendió con bravura el territorio peruano en la Batalla de Tacna y que por el contrario nunca el ejército peruano luchó en defensa del territorio boliviano. Otro joven historiador, Daniel Parodi, revela que entre 1881, 1882 y 1883 -durante la campaña de la Breña-, Bolivia entregó pertrechos, armas y dinero al Perú. También se critica que el Perú negoció la paz con Chile sin tomar en cuenta a Bolivia. Todo hubiera sido muy distinto si los tres países, Chile, Perú y Bolivia, se sentaban a firmar un tratado conjunto.

Este curso no es sobre la guerra con Chile, sino sobre la visión que los historiadores han construido sobre ella, ¿cuáles son los puntos más saltantes de esta historiografía y cómo esta ha influido en el Perú y en los otros dos pueblos?
-Las visiones historiográficas están en evolución, no son un producto acabado ni definido. Por el contrario, guardan relación con los cambios que se operan en los países y en el mundo presente. Cuando la guerra aún no había terminado ya estaban apareciendo los primeros libros sobre ella, tanto en Chile como en el Perú. En Chile Vicuña Mackenna escribe durante la guerra y en el Perú Mariano Felipe Paz Soldán publica un libro integral de tres volúmenes en 1881, el mismo año de la caída de Lima. Paz Soldán era un geógrafo, historiador y político, y después de la Batalla de San Juan de Miraflores se exilia en Argentina y en poquísimos meses publica los tres tomos. En este libro Chile aparece como un país ambicioso, agresor, que se había preparado con anticipación para la guerra; y los peruanos, por el contrario, somos definidos como un pueblo más bien ingenuo, americanista, solidario, partidario más de la defensa continental que de la defensa propia. Esa es la visión inicial y fue escrita en medio de los cañonazos. De ahí para acá se ha venido refinando la respuesta a la pregunta fundamental, que es la pregunta del vencido: ¿por qué perdimos la guerra? Es una pregunta de contenido dramático, que nos obliga a interrogarnos sobre nosotros mismos. Este tipo de reflexión aparece ya en el siglo XIX con Manuel González Prada.

Es poner a la guerra como un antes y un después en la historia del Perú, es criticar a la clase dominante de entonces, denunciar la postergación del indio, etc.
-Claro, es ponderar el nacionalismo de los indios. Este grupo que antes de la guerra aparecía como marginal, despreciado, a la hora de la verdad fue el único que defendió hasta el último la bandera del Perú. El combate por mar fue muy heroico pero duró seis meses, la campaña terrestre duró menos de un año, terminó en Miraflores en 1881. Desde ahí lo que viene es Cáceres y las guerrillas indígenas hasta la derrota en 1883, es decir duró el doble de las otras campañas. Al final de la guerra se revela que la nacionalidad reposa en los indios, algo que antes parecía mentira. En esta visión de González Prada, Chile sigue siendo percibido como el agresor que se apodera de nuestra riqueza y prolonga la imagen que teníamos de España. Por reflejo se extiende también nuestra visión de país víctima. Luego Jorge Basadre, en el siglo XX, pone el acento en un tema que actualmente es foco de gran atención: el salitre. Es decir, en qué medida las políticas peruanas de las décadas de 1870 enervan las relaciones en el sur al grado tal de hacer lógico el estallido. El gobierno peruano en esta década toma dos medidas, primero nacionaliza y después estatiza el salitre, que era explotado por empresas chilenas e inglesas. La pregunta es en qué medida estas iniciativas generaron un clima de conflicto, más aún si Chile había comprado dos barcos que rompían el equilibrio defensivo entre los dos países. Actualmente cada vez hay más estudios de detalle que ponen el acento en las responsabilidades propias.

Me contabas que sobre la Campaña de la Breña existe un interesante intercambio de ideas entre Nelson Manrique y Heraclio Bonilla.
-Es una polémica muy interesante. Heraclio pone el acento en la fragmentación del Perú durante la guerra y dice que por esta causa la Campaña de la Breña terminó siendo una guerra de indios contra blancos, sin importar ya si un grupo apoyaba o no a Chile. A esto Nelson Manrique hace una secuencia muy cuidadosa de la Campaña de la Breña y muestra que los indios se sublevan después de que los terratenientes colaboran con los chilenos y se ponen del lado de Iglesias contra Cáceres; o sea hay una lógica para la sublevación indígena, que no es tanto producto de la fragmentación del Perú, sino de la traición de los terratenientes a Cáceres.

¿Que leciones podemos sacar de estas visiones historiografica sobre todo para orientas nuestras relaciones con chile?
-En primer lugar es extraño que entre el Perú, Bolivia y Chile sobrevivan tantos rencores. Hace solo sesenta años Europa estuvo dividida en una guerra y ahora es una comunidad supranacional, Estados Unidos le quitó a México las dos terceras partes de su territorio y ese tema no prevalece en las relaciones entre estos dos países. En cambio entre Chile, Perú y Bolivia hay una sensibilidad muy grande. Una primera razón es que los problemas que arrancaron en ese momento no han terminado, Bolivia sigue reclamando una salida al mar, y cincuenta años después de terminada la guerra hubo una batalla muy dura por la recuperación de Tacna y Arica, todo esto ha ido creando un clima de animadversión que se perpetúa.

Lo que pienso es que Chile nunca dejará de ser un rival. Pero si tú tomas al rival por enemigo te equivocas, igual si lo tomas por amigo. Nuestras relaciones están en otro plano. Tenemos intereses divergentes e intereses comunes. Lo que tienes que hacer es desarrollar los intereses comunes para ir hacia la desintegración de los enconos. Es muy bueno para un país tener un rival con quien competir porque ese es su camino a la excelencia. Pongo un ejemplo, los chilenos sacaron Epopeya el año pasado y en el Perú protestamos porque solo ofrecía el punto de vista chileno, pero lo que debimos hacer no es protestar, sino realizar un documental mejor, una versión al cine de la guerra que sería un éxito tremendo. Si tomas la rivalidad para hacer obras mejores está bien, pero si prevalece el sentido negativo creo que nunca podremos tener una visión equilibrada de las cosas.

Pero en Chile tampoco tienen una visión muy equilibrada de nosotros.
-En el siglo XIX ellos construyen una visión del Perú muy negativa. Ellos se ven como una nación industriosa, de gente laboriosa que ha sacado provecho de sus valles estrechos, en cambio el Perú es todo lo contrario. La opulenta Lima forjada con el trabajo de los indios, de los negros y de los chinos. Nos veían como una nación de ociosos, de gente que no explotaba sus recursos sino que los entregaba en concesión y vivía del presupuesto público. Esa es la visión con la que Chile entra a la guerra. Y luego hay una identificación del Perú y de Bolivia como bárbaros. Ellos serían Europa en América del Sur, mientras que bolivianos y peruanos serían los bárbaros indios incivilizados. Esta concepción de alguna manera sobrevive, pero en la historiografía chilena hay también trabajos últimos que tratan de redefinir esta visión, creando vínculos entre ambos países. Ahí está el libro Chile-Perú: lo que nos une, lo que nos separa, realizado por los historiadores de las dos naciones.

¿Y cuál es la posición boliviana?
-Normalmente, en el Perú se dice que entramos a la guerra por culpa de Bolivia, para cumplir un tratado con ellos, y que después fuimos abandonados a nuestra suerte. En Bolivia se afirma lo opuesto. El trabajo más importante es del historiador Roberto Querejazu quien afirma que durante la guerra el ejército boliviano defendió con bravura el territorio peruano en la Batalla de Tacna y que por el contrario nunca el ejército peruano luchó en defensa del territorio boliviano. Otro joven historiador, Daniel Parodi, revela que entre 1881, 1882 y 1883 -durante la campaña de la Breña-, Bolivia entregó pertrechos, armas y dinero al Perú. También se critica que el Perú negoció la paz con Chile sin tomar en cuenta a Bolivia. Todo hubiera sido muy distinto si los tres países, Chile, Perú y Bolivia, se sentaban a firmar un tratado conjunto.

Recuento: La Guerra del Pacífico

La Guerra del Pacifico

I) Antecedentes:
Chile tenía fuertes inversiones en la región salitrera de Atacama (Bolivia) y mostraba intereses expansionistas en la zona. En 1873, Bolivia y Perú suscribieron un pacto de alianza defensivo. En 1878, el presidente boliviano Hilarión Daza amenazó con expropiar las salitreras si la anglo-chilena "Compañía de Salitres de Antofagasta· no pagaba el ·impuesto de los 10 centavos"·. Chile respondió invadiendo el litoral boliviano el 14 de febrero de 1879. Perú intentó mediar en el conflicto, pero Bolivia le declaró la guerra a Chile, y este país se la declaró al Perú por no declararse neutral.

II. Campañas Militares:
1. Campaña Marítima (abril-octubre de 1879)
- Combate de Chipana o Loa (12 de abril de 1879): La cañonera “Pilcomayo” y la corbeta “Unión” hacen huir a la cañonera chilena “Magallanes”.
- Combate de Iquique (21 de mayo de 1879)
El monitor “Huáscar” hunde a la chilena “Esmeralda”, pero el blindado “Independencia” encalló cuando perseguía a la “Covadonga”.
- Combate de Angamos (8 de octubre de 1879)
El monitor “Huáscar” fue capturado por una escuadra chilena encabezada por los blindados “Cochrane” y “Blanco Encalada”. Murió Miguel Grau Seminario.

2. Campaña de Tarapacá (noviembre de 1879)

Los chilenos desembarcaron en Pisagua (2 de noviembre) y ganaron la batalla de San Francisco (19 de noviembre). Pero fueron derrotados en la batalla de Tarapacá (27 de noviembre). El ejército peruano se replegó hacia Arica y Tacna.

3. Campaña de Tacna y Arica (marzo-junio de 1880)

Los chilenos desembarcaron en Ilo y avanzaron a Moquegua donde ganaron la batalla de Los Ángeles (22 de marzo). Vencieron a los aliados en el Alto de la Alianza (26 de mayo) y saquearon Tacna. Finalmente asaltaron el morro de Arica (7 de junio de 1880). Aquí murió Francisco Bolognesi.

4. Campaña de Lima (enero de 1881)

Los chilenos desembarcaron en Chincha y Lurín. Vencieron la resistencia peruana en las batallas de San Juan (13 de enero) y Miraflores (15 de enero). Tomaron Lima el 17 de enero de 1881. El dictador Piérola huyó a la sierra y en Lima se nombró como Presidente Provisorio a Francisco García Calderón (Gobierno de La Magdalena).

5. Campaña de la Breña (1882-1883)

Los chilenos exigían la cesión del departamento salitrero de Tarapacá para finalizar la guerra, pero el general Andrés Avelino Cáceres organizó la resistencia con miles de campesinos en la sierra central. Los chilenos fueron a enfrentarlo, pero fueron derrotados en las batallas de Pucará, Marcavalle y Concepción (9 y 10 de julio de 1882).

Mientras tanto en Cajamarca, el general Miguel Iglesias lanzó el “Grito de Montán”, pidiendo a los peruanos aceptar la derrota y negociar la paz. Cáceres rechazó la propuesta y se dirigió al norte para capturarlo, pero fue derrotado por los chilenos en la batalla de Huamachuco (10 de julio de 1883).

III. El Tratado de Ancón (noviembre de 1883)

Iglesias fue proclamado “Presidente Regenerador del Perú” por una asamblea en Cajamarca. Fue reconocido por Chile y Estados Unidos. Nombró a José Antonio de Lavalle y Mariano Castro Saldivar para firmar la paz con el delegado chileno Jovino Novoa. El 20 de noviembre de 1883 se firmó el Tratado de Ancón dando fin a la Guerra del Pacífico. El Perú cedió para siempre el departamento de Tarapacá y por 10 años las provincias de Tacna y Arica. Un plebiscito decidiría finalmente el destino de estas provincias